martes, 14 de agosto de 2012

Las reinas de la Noche

Transformistas en Valdivia:
 
Las reinas de la Noche  
  
Francisco, Manuel, Gustavo y tantos otros, son hombres que se visten de mujer para realizar un show sobre un escenario. Pelucas, tacones y maquillaje, ocultan un arte poco conocido y distintos sueños de fama.
 
Publicado originalmente en el año 2003



“No soy un travesti”, dice Francisco (23), dejando en claro que lo suyo es arte y que no tiene nada que ver con prostitución o travestismo. Hace la aclaración porque para la mayoría de las personas, travestis, transexuales y transformistas son lo mismo, pero contrario a lo que se cree son realidades muy distintas. Mientras los travestis se visten de mujer durante todo el día para, en muchos casos, ejercer la prostitución, los transexuales son personas que no estando conformes con el sexo con el cual los dotó la naturaleza, deciden recurrir a la cirugía para cambiarlo. En el lado opuesto están los transformistas, esencialmente artistas, que presentan sobre un escenario números musicales, encarnando personajes, generalmente del otro género.

En nuestro país no son pocos los que cultivan este arte. En Santiago la lista la encabezan Heather, la anfitriona del pub “Bokhara”; Francis Francois, la robusta figura de la “Bunker” y Maureen Junot, de la más antigua discotheque gay del país, la “Fausto”. En provincia los laureles son para Imán Pakarati, la multifacética mujer que se adueña del escenario de la disco “Zeuz” en Viña del Mar y para Kelly Taylor de la discotheque “Divas” de Concepción. En el sur, Valdivia, Puerto Montt y Temuco llevan la delantera. Eymy La Fond brilla alto en el pub “Illicit” de Angelmó, en Puerto Montt; Michelle Cañadas es el rostro de la capital de la novena región y en Valdivia durante mucho tiempo Dominique Ávalont y Alushka Bilver hicieron de las suyas en la Gaysoline.

Domi, la diva de Cutipay. Dominique es Manuel. De lunes a jueves trabaja en Osorno y los viernes se viene a Valdivia, donde cada fin de semana se pone una peluca, maquillaje, se sube a unos tacos y se transforma en Dominique Avalont, la reina de Cutipay. Cada sábado, como un ritual, comienza la metamorfosis que en un par de horas lo transforma en su alter ego.



Son pasadas las dos de la madrugada de una noche de sábado de abril del 2003 y el show está por comenzar en la Gaysoline. No hay telón que subir, ni grandes escaleras que bajar. Tampoco hay reflectores ni un gran decorado. De pronto la música deja de sonar y sube a escena el animador de la velada, que es el propietario del local. El robusto anfitrión hace un par de chistes que aluden a algunos de los presentes y anuncia, efusivamente, a la “dueña de casa”. Las luces bajan y con las primeras notas de una conocida canción salida de los parlantes del recinto, el público grita enfervorizado. Apenas escucha su nombre, se abre paso entre los presentes y se dirige hacia la pequeña tarima ubicada junto a la pista de baile. El trayecto entre el camarín y el escenario lo recorre en un par de segundos. Sube a escena en medio de los vítores y aplausos del centenar de personas que han concurrido bailar y ver el espectáculo.

La sensual voz de Thalía, prestada en los mudos labios de Dominique, hace que el público se identifique con frases como “no me enseñaste como estar sin ti, (...) como olvidarte sí nunca aprendí”. Rubia, alta, tan alta que casi llega al techo, la “diva” cautiva a los asistentes con su gesticulada mímica y ajustado vestido. Cuando la canción está por terminar, saca un cuchillo que mantenía oculto entre sus prendas y se lo entierra en el pecho, al tiempo que un chorro de sangre mancha su blanca indumentaria. La heroína de la canción cae muerta al piso por culpa de un amor que se fue. El público no se demora en pedir “otra, otra” o en gritarle “ídola”. La estrella teñida de rojo se levanta, baja raudamente los cuatro peldaños que la separan del público y corre a preparar la siguiente aparición. El improvisado camarín, una cocina readecuada, será testigo de otra camaleónica transformación.

Desde hace dos años Dominique es la anfitriona de Cutipay, como es conocida en el ambiente gay del sur, la discotheque ubicada poco más allá del puente del mismo nombre, camino a Niebla. Manuel mientras se ajusta el corpiño relleno de algodón que se le escapa de la diminuta prenda que usará para su segundo número, una especie de declaración de principios donde al final se saca la peluca, justo cuando la letra de la canción dice “a quién le importa lo que yo haga”. En cada aparición, Dominique, o “La Domi”, como le dicen sus cercanos, usa una tenida diferente. Durante la semana, compra telas para confeccionar él mismo las vestimentas que envidiaría cualquier reina de belleza.


A Valdivia los boletos. Llueve copiosamente sobre la ciudad del Calle Calle, la Gaysoline está repleta y un par de exuberantes figuras femeninas se mezclan entre la concurrencia mientras ojos inquisidores tratan de descifrar si se trata de mujeres de verdad o de hombres vestidos de mujer. Son Ámbar Holmes y Danka Pola, en realidad Fabián y Gustavo, dos muchachos que viajaron especialmente desde Temuco para realizar su show. De improviso la música se detiene y una fanfarria anuncia que el espectáculo va a comenzar. Instintivamente el público se repliega hacia los costados, formando un círculo al medio de la pista, “cucurucucucuuuuú”, dice la canción y Ámbar es la primera en salir al ruedo. Los presentes observan la estilizada figura que baila montada en unos zapatos de plataforma que la empinan sobre el metro ochenta. “La primera vez me saque la cresta”, señala Fabián (19) mientras recuerda sus primeras incursiones sobre unos tacos. Ingresó hace cuatro meses al mundo del transformismo, porque un amigo le presentó a alguien que manejaba este tipo de espectáculos en Temuco. “Lo hice una vez y me gustó, aunque quizás lo único que me incomoda es depilarme el pecho y las axilas”, confiesa. La transformación comienza con un ajustado calzoncillo que permite ocultar entre sus piernas el pene. Un grueso género de forma rectangular y unos elásticos contribuyen a disimular los testículos. “Yo lo hago así, pero otros son más sanguinarios y se meten los testículos dentro del cuerpo y se echan el pene para atrás, incluso algunos se envuelven con cinta de embalaje directamente la piel”, señala mientras lucha por ocultar su virilidad. Cuatro pares de medias evitan la depilación de las piernas. El vestido, la peluca, el maquillaje y los zapatos, comprados en complicidad con una amiga, hacen el resto.

Gustavo (20) lleva un año como transformista y su especialidad es homenajear a Madonna. “No hay transformista que alguna vez no la haya imitado, pero honestamente creo que soy uno de los que mejor lo hace”, dice con orgullo. Para Gustavo, la meta es llegar a Santiago y presentar su espectáculo en alguna de las discotecas de la capital. “Me encantaría algún día llegar a ser como Heather o la ‘Domi’, ella es ‘diva’, la admiro porque se hace todo sola”, señala. Tanto Gustavo como Fabián son manejados por Adolfo, un peluquero de Temuco que tiene como pasatiempo producir espectáculos revisteriles de transformismo.

 
Alushka, la enigmática. “Me considero un hombre y me visto de mujer sólo para el show”, asegura Francisco (23), tomando distancia de quienes antes o después del espectáculo interactúan con el público vestidos de mujer. “La primera vez fue terrorífico, yo no ‘cachaba’ nada. Un amigo me desafió a hacerlo y lo hice, no sabía andar con tacos, me maquillé pésimo, no fue una buena experiencia”, cuenta recordando su debut en Puerto Montt hace tres años. Hoy, es uno de los transformistas más conocidos y solicitados de Temuco al sur. Cada noche de sábado se convierte en

Alushka Bilver, una de las figuras estables de Gaysoline. “Ella nace y muere en el escenario, no existe si no es ahí. No tiene voz, no piensa, no es un personaje como la Dominique que cambia de pelucas y toma distintas identidades”, cuenta. “Alushka vive mientras dura la canción”, afirma. Cuando se pone la peluca, de largos cabellos castaños, ya está casi concluida la transformación. El vestido y un nuevo color de ojos, terminan por convertir a Francisco en la otra diva de Cutipay. Sobre el escenario no tiene ni el histrionismo ni la vitalidad de Dominique, sin embargo, casi sin moverse logra hipnotizar al público con esa mirada perdida, que recuerda a Marlene Dietrich o Rita Hayworth. Sobre el escenario no habla, porque para él, es grotesco que una mujer tenga voz de hombre. “Prefiero que Alushka sea muda para conservar esa magia”, señala este hombre que sin peluca y maquillaje sorprende por la ausencia de modales finos y gestos afectados. “Me encanta mantener un bajo perfil. Soy feliz cuando termino la actuación, me saco el maquillaje y me mezclo con la gente. Disfruto cuando las personas no saben que yo soy quién estaba hace un rato arriba del escenario”, dice.

Para Francisco transformarse en mujer es sólo un hobby, “lo hago mas por ‘hueviar’, que por otra cosa, sí con lo que me pagan me alcanza apenas para comprar el maquillaje”, cuenta. En efecto, por cada actuación un transformista en Valdivia gana cerca de diez mil pesos cuando la noche ha estado floja y quince sí el público ha sido numeroso.

 
Todas iban a ser reinas. Valdivia, sábado 24 de mayo de 2003, 23:30 horas. La Gaysoline está colmada de gente, es su aniversario y para su dueño, es el “evento del año”. En el pequeño camarín Dominique y Alushka, se preparan para salir a escena con un número que han ensayado por dos semanas. A ellas se suma, Paul o Michelle Cañadas, invitada especial desde Temuco. Sobre el escenario, un andrógino ‘Drag Queen’ de maquillaje recargado, baila sobre unos zapatos de plataforma de veinte centímetros, enfundado en un ajustado buzo de lentejuelas verdes que resalta a propósito su masculinidad. Es sólo parte del gran show preparado para tan magna celebración. Luego de un par de vedettos llega la hora de la verdad para las tres reinas.



Presentadas como si se tratara de superestrellas, esperan que las luces se apaguen y una tras otra ingresan a la pista de baile. Comienza a sonar un piano de fondo y las luces vuelven a encenderse. El público no lo puede creer. Un chico sorprendido comenta “la cagaron”. En el ambiente retumba “I will survive”, el clásico tema disco de Gloria Gaynor, que veinte años después de su lanzamiento, se ha convertido en el himno de los gays en el mundo. Y ahí están las tres divas, ataviadas con unos ajustados buzos multicolores que terminan en amplias plataformas y coronadas por unos gigantescos armazones cubiertos de flores de papel. Las tres, a imagen y semejanza de uno de los cuadros musicales más característicos de la película australiana “Las aventuras de Priscilla, la reina del desierto”, que en 1995 batió records de taquilla en el mundo, narrando las peripecias de un trío de hombres, que al igual que Manuel, Francisco, Paul y tantos otros, sueñan con mostrar, algún día, su espectáculo en las grandes capitales y de paso demostrar que lo suyo es arte y que nada tiene que ver con promiscuidad, con los que se les suele relacionar habitualmente. Termina la canción y el público las premia con una gran ovación. En el camarín es hora de volver a ser hombres. A la salida de la discotheque uno de los presentes comenta en tono de broma, “esta es una de las pocas veces en que una mujer me deja con la boca abierta”.



BANDA SONORA: EL COMIENZO

BANDA SONORA: EL COMIENZO

(Relatos no publicados que mezclan ficción y realidad)



Las historias se entrecruzan, los relatos se funden... y estas canciones forman parte de la perfecta Banda Sonora que acompaña las vidas de un grupo de amigos, que en Valdivia; comparten sueños, pasiones, y secretos. Banda Sonora es un año en la vida de Francisco, Guillermo, Cristián y tantos otros protagonistas de historias anónimas... tus historias...nuestras historias.

  
TRACK UNO:

MUSIC

(MADONNA)



¡Apúrate que no nos van a dejar entrar!, gritaba Francisco mientras Guillermo corría a la cocina a prepararse una leche mientras le pedía a su amigo que cortara el gas y revisara las ventanas. Era el ritual de todos los días desde que Guillermo, a quien todos llamaban Guille, se había cambiado a vivir cerca de su casa. Francisco lo pasaba a buscar todas las mañanas y juntos se iban a la Universidad, eso obviamente si Guille estaba en condiciones de ir a clases. Francisco era de Valdivia y vivía con sus padres, Guille era de Temuco, arrendaba una casa con unos amigos y trabajaba medio día en una tienda. Eran compañeros de curso en Diseño Gráfico y desde aquel primer día de clases ambos sintieron que tenían en común algo más que la simple pasión por el diseño.

Cuando Francisco llegó ese lunes a la universidad y vio a Guille, pensó que debía ser de ”la onda”, pero no estaba seguro. Es que en realidad nunca se puede estar seguro de eso. Luego se las arregló para acercarse y entablar conversación, cosa que no le resultó nada de difícil. De hecho cada vez que Francisco tenía que intentar una aproximación con alguien nuevo partía por preguntar por los gustos musicales de su interlocutor. No le pareció extraño entonces, enterarse que Guille era fanático de Madonna, es más, casi estaba seguro que esa sería su respuesta. Es que después de algunos años metido en el cuento, su teoría era que a la mayoría de las “locas” le gustaba Madonna y que entre sus sueños frustrados estaba pasar una noche con Francisco Reyes. Guille le contó sobre su paso por Concepción el año anterior para estudiar Derecho y sus incursiones en algunas discos alternativas. Pero sin lugar a dudas, lo que le confirmó su teoría fue que Guille le dijera que él era una persona “open mind”, es que el pensaba que nadie que no fuera de la onda podía decir eso.

Después de ese primer acercamiento las cosas se enfriaron, en clases no se pescaban mucho y se podría decir que hasta no se soportaban. Durante el primer semestre coincidieron en un par de “juntas de curso”, tuvieron que realizar uno que otro trabajo y si no fuera por aquella misteriosa invitación que una noche le hizo Guille, Francisco nunca habría podido comprobar su teoría.

Guille vivía en esa época en un departamento con tres amigos de Temuco y compartía pieza con Cristian. Francisco pensaba que entre ellos había algo, incluso su mente podía llegar a imaginar que podían ser pareja porque aquel primer día de clases, Guille demostró una particular preocupación por Cristián cuando lo vio pasar a lo lejos, hecho que a Francisco no dejó de parecerle extraño.

Aquella noche cuando Francisco llamó por teléfono a Guille para preguntarle por una tarea, le pareció muy extraña la invitación a un carrete en su departamento, considerando que no eran amigos y que tampoco se trataban mucho, incluso Francisco estaba seguro que Guille no lo soportaba, cosa que con el tiempo Guille le confesó que era cierto. Francisco no tenía un peso esa noche, pero su amigo Felipe que estaba esa noche en su casa le prestó plata y lo convenció de que fuera, quizás si no hubiera sido por la insistencia de su amigo no habría ido y estas letras nunca habrían sido escritas. Cuando llegó se sorprendió mucho de que no hubiera gente, es más, sólo estaban los compañeros de departamento de Guille. Así, no pasó mucho tiempo que llegó y que terminaran en la pieza de los chicos. Hablaron de temas triviales, mientras tomaban vino y escuchaban a Madonna. Francisco sentía que algo iba a suceder esa noche, estaba muy nervioso porque no estaba acostumbrado a ese tipo de situaciones, de hecho dudó mucho antes de acariciar suavemente una de las piernas de Guille, quien de vez en cuando le rozaba una mano con la suya. Ya las cartas estaban sobre la mesa y ambos sabían lo que vendría, también Cristian que había sido testigo de todo y que como en una jugada perfectamente estudiada dijo que se dormiría. Guille invitó a Francisco a compartir su cama, invitación que éste no desaprovechó. A pesar de que se suponía que Cristian dormía, Francisco sabía que estaba despierto y que escuchaba todo. Por eso no se sorprendió cuando Guille le preguntó si quería que lo invitaran a unirse al grupo. Cristián no aceptó la invitación y se durmió, o por lo menos lo aparentó. Entre las frases célebres pronunciadas esa noche estaba aquella en que Guille le dejó muy claro a Francisco que el que se hubieran acostado, no significaba que se transformarían en pareja.

En la universidad, al día siguiente Francisco disimuladamente le devolvió las llaves del departamento a Guille y ambos “corrieron un tupido velo”. La noche anterior para poder salir del condominio, Guille le había pasado sus llaves a Francisco para que pudiera abrir el portón y no lo sintieran sus amigos. Nunca más tocaron el tema y contrario a lo que pudiera pensarse, no se transformaron en amigos, por el contrario, si antes del hecho no se pescaban, después del mismo casi se ignoraron. Francisco visitó un par de veces el departamento de su compañero por asuntos estudiantiles, incluso asistió a algunas otras juntas de curso ahí, pero lo de aquella noche nunca más volvió a suceder. Es más, Francisco se sorprendió mucho cuando se enteró de que Guille estaba pololeando con Patricia, una compañera de curso, que formaba parte de su mismo grupo, y casi ignoró el primer beso en público de la nueva pareja. Guille y Patricia eran una pareja muy especial, pololeaban en los recreos y casi nunca se veían fuera de la universidad. Bastante comentado en el grupo fue el hecho de que Guille no asistió a una presentación artística de Patricia, a la cual fueron casi todos sus amigos. Francisco, que en el fondo creía saber lo que sucedía, nunca entendió esa relación, ni menos estuvo de acuerdo con ella, pero corrió otro tupido velo.

Antes de que finalizara el primer semestre, Guille y compañía decidieron cambiarse de casa, hacia un lugar más céntrico, y por esas cosas de la vida terminaron instalados a unos pocos metros de la casa de Francisco. Guille confesaría más tarde que la idea de vivir cerca de su compañero le desagradaba completamente. Pero la cercanía y los estudios hicieron que, a pesar de eso, comenzara a visitar la casa de su compañero para hacer algunas tareas y navegar en internet. Fue en una de esas tantas visitas, donde inspirados en una película porno se dejaron llevar por la calentura y por segunda vez terminaron en la cama. Pero esta vez el alcohol no tuvo la culpa porque no habían bebido casi nada, es más esa noche antes del hecho, habían visto “la muerte le sienta bien”, que Guille había comprado en un remate y nada hacía pensar que aquello sucedería.

Así, sin darse cuenta comenzaron a hacerse amigos y a contarse cosas. Francisco adoptó la casa de Guille como su segundo hogar, se hicieron inseparables, comenzaron a llegar juntos a la universidad, iban de compras, hacían los trabajos en conjunto, incluso más de alguien se pasó algún “rollo” de que entre ellos había algo más que una relación de compañerismo. Con el correr de los meses se podría decir que se conocieron a tal punto que con sólo una mirada podían saber que estaba pensando el otro.

Fue por esta amistad, y por las continuas visitas a la casa de Guille que Francisco comenzó a entablar amistad con Cristian.



TRACK DOS:

FOOLISH GAMES

(JEWEL)



Cristian nunca iba a clases, y Francisco lo imaginaba más en una carrera humanista o bailando que entre los pastos de agronomía. Tenía una sonrisa y vitalidad envidiables, que sólo se la daban sus 19 años. Cuando Francisco lo vio por primera vez a lo lejos el primer día de clases y después aquella noche en el antiguo departamento no sintió nada en especial por él, es más hasta le cayó bastante mal. No le gustaba esa complicidad que tenía con Guille y nunca se creyó eso de que entre ellos no pasaba nada. Pero cuando empezó a frecuentar la nueva casa, empezó a conocer a este nuevo personaje, el cual le inspiraba ternura y un instinto paternal que tenía bastante desarrollado. Francisco veía en Cristian a un chico que buscaba cariño y comprensión.

Entre Guille y Francisco habían ideado un plan para unir sentimentalmente a Cristian con Marcos, un amigo de Francisco que vivía sólo, nada de mal parecido, soltero, y que entre otras cosas, Guille no conocía. Inventaron un carrete y lo invitaron. Todo funcionó a la perfección salvo por el detalle de que desde el primer momento hubo química entre Guille y Marcos, quienes terminaron encerrados en el baño y más tarde en el departamento de este último.

Con su nueva relación Guille ya no paraba en su casa, y Cristian comenzó a acercarse a Francisco, compartían sus ratos mirando televisión, Francisco le llevaba comida, salían a caminar, hasta que una noche de copas terminaron en la cama. Al día siguiente no tocaron el tema, pero se siguieron frecuentando. Cristián lo acompañaba a estudiar en la madrugada, lo invitaba a su casa a navegar por internet o a salir a comer completos. En una de esas tantas noches de estudio reincidieron por segunda vez, pero esta vez sin una sola gota de alcohol. Esa fue la última vez que pasó algo entre ambos. Francisco lo intentó muchas veces, pero Cristian nunca más dio pie para que algo sucediera, es más le dijo que no, directamente en una ocasión.

Cristian miraba la vida románticamente, había tenido una pareja de la cual Francisco creía que aún estaba enamorado, a pesar de que su “ex” se involucró con una chica y hasta tuvo un hijo. Durante las vacaciones de invierno Cristián sufrió un accidente y no volvió a la ciudad. Francisco realmente estaba interesado en él, y si éste hubiera vuelto y las cosas se hubieran dado, Francisco habría dejado a su pareja. Sí, porque en este punto, es necesario dar a conocer un detalle, que hasta ahora no había sido mencionado. Francisco tenía pareja desde hacía dos años. Luego del accidente, Francisco nunca más volvió a ver Cristian.


TRACK TRES:

LADY MARMALADE

(CHRISTINA AGUILERA, LIL’ KIM, MYA Y PINK)



Marcos entró en la vida de Guille de improviso. El historial de Marcos hablaba de dos parejas y un gran número de aventuras sin importancia. De relaciones largas, llevaba un par de meses soltero. Y si no hubiera sido por esa cita en la casa de Guille y por la prueba de Cristian, nada habría sucedido entre ellos. Mientras Francisco estudiaba con Cristian, Guille conversaba con Marcos. Esa noche también estaba Martín, uno de los tantos Martines que aparecerán en esta historia.

Desde ese primer encuentro en el baño, se hicieron “andantes”, Guille se lo pasaba en el departamento de su nueva pareja, llegaba a veces a horas increíbles, y nada hacía pensar que la relación terminaría tan rápido como había comenzado. Cuando llegaron las vacaciones de invierno y Marcos partió rumbo a Valparaíso para ver a su familia, no sin antes oficializar la relación, ésta se enfrío, Guille casi nunca lo llamó y comenzó a relacionarse con sus compañeros de la tienda, especialmente con Martín, el mismo que estaba presente el día en que conoció a Marcos. Con su nuevo “amigo” compartían las tardes en el trabajo, y luego se iban a la casa de Guille a tomar algo o a ver televisión. Fue así que un día, luego de haber bebido mucho, se fueron a acostar juntos, y lo inevitable sucedió. Y siguió sucediendo una y otra vez. Es más, cuando Marcos volvió luego de las vacaciones, Guille permaneció con ambos por una semana y si no fuera porque Marcos tomó la decisión de terminar el pololeo, por el poco tiempo e interés que a esas alturas le mostraba Guille, aún estarían juntos.

Guille, tenía un historial de relaciones cortas, el mismo siempre decía que si el sabía que la relación iba en serio, lo más probable era que saliera corriendo. Martín le duró a Guille bastante más que un par de semanas, debe ser porque nunca le dieron nombre a la relación. Mientras Guille estuvo con Martín, tuvo un par de deslices con otros dos compañeros de trabajo, claro que de eso nunca se enteró Martín. Esas dos experiencias fueron tan insignificantes en la vida de Guillermo que no vale la pena otra mención. Es en esta etapa de la historia, donde Francisco y Guille tuvieron una tercera reincidencia luego de una eterna noche de copas en un pub, que terminó con ambos en la cama de Guille, y después con Francisco vomitando en su baño.

Quien sí merece una mención especial es Juan Carlos, el garzón de un bar, que ambos conocieron en un carrete,  y quien sucumbió a los encantos de Guille en el patio de su casa en medio de una fiesta con los compañeros de universidad, mientras todo el mundo lo buscaba desesperadamente y Francisco lo ocultaba.



TRACK CUATRO:

CRUSH AND BURN

(SAVAGE GARDEN)



Ricardo llegó a la vida de Francisco de casualidad en el último verano, cuando lo conoció en una discotheque por casualidad. Ricardo tenía polola, pero presentaba los típicos rasgos de un gay no asumido. Le gustaba vestirse bien, producirse cuidadosamente, era bastante tierno y cariñoso, idolatraba a Ricky Martín, era capaz de confesar que encontraba bonito a un hombre, en fin rasgos poco comunes para un “hétero”. Quizás lo único que a Francisco le hacía dudar era su afición al fútbol. Esa primera noche en la disco, se lo conversaron todo, incluso Ricardo le dio su teléfono. Al poco tiempo empezaron a llamarse y Ricardo comenzó a visitar frecuentemente la casa de Francisco por las noches. De hecho tres o cuatro veces por semana, la visita de Ricardo era segura. Generalmente los miércoles iban a un pub, los viernes a la disco y en más de alguna ocasión fueron juntos al cine.

Desde el inicio de la amistad, Ricardo comenzó a saludar a Francisco con un beso en la mejilla cada vez que se veían, cosa que sorprendió mucho a Francisco. Tampoco pasó más tiempo para que cada vez que se juntaran se hicieran cariño y se abrazaran. De hecho, pasaban largos minutos acariciándose mientras veían alguna película en la televisión o escuchaban la última novedad en música que tenía  Francisco en su casa. Ricardo se sentía protegido y fue un libro abierto para su amigo, a quien le confesó detalles bastante personales de su vida, y en más de una ocasión lo llamó llorando para contarle un problema familiar.

A pesar de que Francisco no estaba seguro de la condición de Ricardo un día se hizo el valiente y apoyado en unas cervezas, pisco y hasta un ponche se animó y le confesó que era gay. Ricardo le dijo que se lo imaginaba y que eso le daba lo mismo, de hecho le confesó que el no sabía exactamente que pasaba por su mente, pero que igual sentía atracción por los hombres. Fue en esa misma noche cuando se besaron por primera vez y terminaron teniendo sexo oral. Francisco pensó que ese hecho Ricardo lo no recordaba, pero más tarde le confesaría que se acordaba de todas las cosas que habían hecho juntos. La última vez que se besaron fue camino a casa, de vuelta de una discotheque la noche en que Francisco conocería al gringo, hecho del que hablaremos más adelante.





TRACK CINCO:

I’M A SLAVE 4 U

(BRITNEY SPEARS)



Guillermo causó sensación en el festival de jazz. Como cada año el encuentro, reunía a los mejores exponentes de Chile y el extranjero y este año la “joyita” era Guille, desde su llegada el primer día sintió que más de un par de ojos se posaron en él. Llegó al evento gracias a una invitación de Francisco, que como cada año, asistía en forma regular a las presentaciones. También como cada año Francisco se las arreglaba para no pagar ni un peso, gracias a que Martín, un antiguo conocido “de la onda” y que formaba parte de la organización, le regalaba entradas. Las historias de Martín eran conocidas en casi toda la ciudad, incluso más allá de ésta. Había estudiado en la universidad y luego de un periodo laboral en Concepción había vuelto para hacerse cargo de las relaciones públicas del evento.

Guille y Francisco asistieron a cuanta presentación había y en cada una de ellas Guille sintió que los ojos de Martín se posaban en él. Cada noche los dos amigos salían de fiesta en busca de diversión. Fue en una de esas tantas salidas nocturnas que Francisco le presentó formalmente a Martín. Hay que hacer notar en todo caso, que Guillermo siempre estuvo más interesado en otro Martín, al que para hacer más claro el relato de ahora en adelante llamaremos marto,  que con el que finalmente terminó emparejado. De hecho si no hubiera sido porque Francisco quería que sucediera algo con un amigo de Martín, y lo llamó por teléfono una noche para ver que sucedía, éste y Guillermo nunca habrían tenido la posibilidad de conocerse formalmente. A partir de ese momento, comenzó una de las relaciones más tortuosas de las que Guillermo tenga recuerdo. Francisco nunca aprobó esta relación, y en un principio hizo mucho por que no pasara a más, pero finalmente decidió no involucrarse y a pesar de lo que muchos pudieran pensar, la relación entre los dos amigos no se enfrió, a pesar de la nueva relación de Guille, que a pesar de los augurios de Francisco perduró en el tiempo y se transformó casi en una relación psicopática, la cual retomaremos más adelante. Es aquí donde entra un nuevo personaje a la historia y que con el correr de los días se irá transformando en la pieza fundamental que moverá los hilos de esta historia. El es Alberto, a quien todos llamaban el gringo, por su tono de piel y su  color de pelo.




TRACK SEIS:

EL SIETE DE SEPTIEMBRE

(MECANO)



La fiesta de celebración del cumpleaños de Guillermo fue todo un acontecimiento. Porque por primera vez se juntaron casi todos los protagonistas de esta historia. Por un lado estaban los amigos y compañeros de curso de Francisco y Guillermo, y por otro lado Martín y Lito, un amigo de éste y un antiguo conocido de Francisco, que no veía hacía mucho tiempo, y con quien alguna vez había tenido un romance furtivo en una noche de lluvia. Al comienzo todo fue normal, hasta que con el efecto del alcohol, se desataron los instintos y Francisco tuvo un encuentro con Lito en la pieza de Guille, que más tarde continuarían en el patio, mientras el cumpleaños seguía dentro de la casa. En esta parte, entran a la historia Alejandro y Holland, dos compañeros de curso que más tarde entrarían a formar parte del clan. Sobre todo Holland, quien esa noche fue víctima de Martín, quién trepó por las cañerías hasta llegar al segundo piso de la casa para meterse a la pieza de Guille, donde estaba Holland durmiendo la mona para darle un beso. Acción que Guille presenció desde la oscuridad y que significo la rotura de una cañería y la casi inundación de la cocina. Horas antes, y en complicidad con unos vasos de vino, Holland le había confesado a Francisco que él había tenido sexo con hombres, pero que eso formaba parte de su pasado. Pasado que parece que no estaba tan oculto, porque no pasaron ni dos semanas para que Holland terminara en la cama con Guille.



TRACK SIETE:

FROZEN

(MADONNA)



Un sábado cualquiera Francisco y su amigo Ricardo decidieron salir de carrete, y como casi siempre, terminaron en la discotheque Scanners. Antes de llegar y sabiendo que no andaban con mucha plata, pasaron a comprar una cervezas, las que entraron de contrabando a la discotheque. Tomaron y bailaron en demasía hasta que Francisco notó que unos ojos lo miraban fijamente. Los mismos ojos que él, muchas veces había visto en la Universidad, pero sin mayor interés hacia él. Esa noche se sintió muy observado, y se lo comentó a Ricardo, quien comprobó que el gringo lo estaba siguiendo, porque se colocaba al lado o detrás de él en cada lugar de la discotheque. Fue en una de esas ocasiones, cuando Ricardo se separó de francisco para bailar con una amiga, donde Francisco se dio cuenta que el gringo estaba su lado en el bar. Francisco se animó e inició una conversación. Ese hecho marcaría el comienzo de una de las relaciones más complicadas y telenovelescas de las que Francisco tenga memoria. Francisco le dio su teléfono y comenzaron una relación muy extraña. El gringo, que tenía trastornos psicológicos serios, se transformó en una pesadilla no sólo para Francisco, sino también para Guille. De hecho, cuando el gringo conoció a Guille, quedó tan impactado con él, que se las ingenio para sacarle el celular a Francisco para averiguar el numero de Guille, con el propósito de llamarlo con claras insinuaciones sexuales, con tan mala suerte, que se equivocó de número y comenzó a llamar otro amigo de Francisco. Cuando éste descubrió la verdad, no quiso saber más de él, pero los llantos del gringo fueron tantos que terminó por perdonarlo. Se hicieron inseparables y se veía y llamaban todos los días. Se juntaban en la Universidad o en la casa de Francisco. A veces el gringo entraba en crisis y no contestaba los llamados. Otras veces llamaba a altas horas de la noche para decirle que lo quería mucho y que nunca lo abandone, como sucedió una vez que francisco estaba en una casa en la playa con sus amigos y el gringo lo llamó tan efusivamente, que Francisco no pudo hacer otra cosa que invitarlo a compartir con su grupo. Dos días después entra al ruedo Martín, sí el mismo Martín de Guille. Entre sus múltiples peleas y desavenencias, Martín puso los ojos en el gringo. Según él, porque el gringo le recordaba un antiguo amor. Lo que realmente sucedió realmente, sólo ellos lo saben.



¿Alguna vez continuará?